Sabías que la palabra bombón, viene de la expresión francesa de doble aprobación: “Bon-Bon”. Es decir, por su esencia deben ser sobresalientes para honrar sus orígenes.
Trabajar con chocolate es Arte y Ciencia a la vez, porque una vez que se funde para transformarlo, agregando sabores, mezclando ingredientes y dándole nuevas formas, eso implica precisión. Especialmente porque una vez fundido, es difícil devolverle su brillo, su textura y la capacidad de volverse untuoso al contacto con nuestra temperatura corporal. Ese proceso es el Temperado.
Un buen bombón:
Usa solo chocolate e ingredientes de primera calidad. Tal como Chocolates El Rey, con el cacao en primer plano, sin aditivos y con un contenido moderado de azúcar. La manteca de cacao debe estar presente.
Su apariencia es brillante, uniforme, sin manchas.
Su capa exterior es relativamente delgada, pero no tanto como para fundirse entre tus dedos de inmediato. Es sólida e inclusive puede crujir, pero tampoco es demasiado dura. Su textura es untuosa en lugar de arenosa. No deja una sensación aceitosa, ni se desmorona.
Está íntegro, sin defectos, mostrando que se ha desmoldado con facilidad. No tiene grietas ni burbujas de aire.
Su relleno se integra de manera natural y no como si perteneciera a una preparación aparte. Armoniza y brinda balance. Se siente fresco al gusto. Lo ideal es que tanto el sabor del cacao, como el sabor de los añadidos estén equilibrados, evitando que uno domine sobre el otro. Es mejor cuando se complementan y se realzan uno a otro.
El centro puede ser líquido, cremoso o masticable, pero nunca con una textura que chorree sobre tus dedos, o se quede adherida a los dientes.
NOTA: El Temperado es importante porque a través del manejo preciso de temperaturas, se asegura el brillo y el buen mantenimiento en almacenamiento, gracias a la cristalización homogénea. Al fundir la manteca de cacao y volverla a enfriar de forma aleatoria, esos cristales se alterarían, adoptando tamaño irregular.
